El fin del vuelo nacionalista

La Generalitat catalana, en un acto de pura racionalidad económica y sentido común, cerró ayer el grifo del dinero público a la aerolínea Spanair, lo cual la aboca al cierre. Desde diciembre de 2008, cuando el tripartito adquirió el 80,1% de la compañía a través de un consorcio promovido por el sector público, los políticos catalanes han venido jugando a disimular el carácter estatal de la línea aérea. Tenía orejas de cerdo, cola de cerdo, pero no era un cerdo, decían.

No era verdad. En Spanair confluyeron los objetivos políticos del tripartito con las apiraciones de FemCat, un grupo de presión fundado en 2004 bajo la inspiración de un mensaje de Jordi Pujol («fem país»). Ahí se encontraron el catalanismo y la excelencia empresarial. Bien regados con el dinero público que los socialdemócratas del tripartito y los nacionalistas democristianos de CiU administran con criterios muy laxos cuando no están sometidos a estrecheces fiscales, FemCat creó Volcat, un instrumento que promovió un consorcio empresarial (Iniciatives Empresarials Aeronàutiques) que se hizo con Spanair con la intención de completar el kit de regalos que la Generalitat se merecía en la Navidad de 2008: su propia aerolínea, su propio aeropuerto, su tren de cercanías y su canesú.

Pero el embuste no se podía mantener durante mucho tiempo y la Asociación Europea de Aerolíneas de Bajo Coste la denunció ante Bruselas por recibir ayudas públicas. El proceso está en trámite de sustanciación.

La Generalitat, que había tenido que acudir en auxilio de la empresa en varias ocasiones, llevaba desde mayo de 2011 presionando para que se encontrara un socio industrial. Primero se buscó infructuosamente entre las aerolíneas del grupo Star Alliance y las últimas gestiones fueron con Turkish Airlines y con Qatar Airways.

Ahora que no hay dinero para seguir financiando ensoñaciones soberanistas, Spanair ha caído víctima de la pura lógica del mercado. Aunque la compañía decía contar con el 22% del tráfico de pasajeros, una aerolínea así no podía seguir siendo viable con el esquema de costes que arrastraba, más parecido al de una vieja aerolínea de bandera que al de las low cost, que son las que se están llevando por delante el mercado. Con su habitual rapidez de reflejos, Ryanair lanzó anoche una «tarifa de rescate» de 49 euros para repatriar a aquellos pasajeros de Spanair que se quedarán tirados fuera de sus hogares. La desaparición de la compañía beneficiará a Vueling o a Iberia Express, la low cost de Iberia que se estrenará en marzo.

De hecho, los problemas de la aerolínea venían de muy atrás, casi de 2007, cuando Gerardo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual, sus fundadores en 1986 junto con la escandinava SAS,salieron de su accionariado. Ya entonces tenían graves problemas estructurales que nunca se resolvieron.

Éstas y otras disfunciones quedaron siempre ocultas por el control público o semipúblico de la empresa, por el supuesto objetivo nacional que se perseguía. El auténtico fraude de Spanair no es que fuera catalana, sino que era pública, pero es verdad que era pública por querer ser catalana.

john.muller@elmundo.es